viernes, 15 de abril de 2011

Zirdam

Había una vez una niña que vivía en una de las ciudades más hermosas del universo... y trabajaba en el edificio más bonito de Zirdam.
Empezó su andadura profesional con ganas, maravillada por la grandiosidad del lugar al que de dirijía cada mañana y por los tesoros que, sin duda, allí encontraría.

No obstante, su labor era tediosa, aburrida, poco lucida... pero de vez en cuando encontraba esos pequeños milagros que le devolvían la ilusión inicial. Una cara sonriente asomada a un libro, un ejemplar firmado del puño y letra de José Zorrilla, el tacto de un manuscrito de Lope de Vega...
Conoció a diferentes habitantes de la ciudad con los que compartió buenos y malos momentos, pero como ésta es una historia bonita, sólo recordaremos los instantes que le hicieron soñar, reír hasta la lágrima, olvidarse del mundo... Momentos que nunca olvidará, momentos... ¿felices? Sí, felices.

Pero en todas las historias pasan cosas; cada frase lleva al fin de una etapa y al comienzo de un nuevo capítulo, y ésta no iba a ser diferente.

El escenario cambia. Cambia el guión; cambia la compañía, el atrezzo, el decorado y también cambia un poco la niña.

El lunes nada será igual, todo habrá cambiado.
La próxima vez que pasee por Recoletos, mirará con cariño y nostalgia esa obra de arte, "su" obra de arte (seguramente con más afecto del que se tiene a cualquier cosa a las ocho de la mañana); pero recordará parpadeos de vida que le harán sonreír y seguirá pensando que es su rincón favorito de... Zirdam.

viernes, 8 de abril de 2011

El precio del "adiós"

Por distintos motivos, algo me llava a preguntarme ¿cuánto cuesta una despedida? ¿Tiene algún valor económico?
A veces sí. En ocasiones, claramente fijado por las operadoras de telefonía móvil (o fija, que todavía hay gente que usa de eso). Dependiendo de la hora, de la Comunidad Autónoma, la promoción, el operador de a quien se llame, el humor de Dios o cuál haya sido la alineación de los planetas en el momento en el que se marca... varía.
En otras situaciones, es menos complicado. 15 céntimos. Ése es el precio por el que hay gente que se vende.
A veces pienso si podría considerarse amoral que alguien no sea capaz de sacrificar ese dineral por dar una contestación. Para mí lo es.
Cuando me sucede a mí, me dan ganas de mandar otro mensaje en el que sólo se lea: "no te preocupes, contéstame... que yo te hago llegar hasta un euro para que no pases estrecheces, payaso." Claro que siendo fieles a la realidad, esto no tiene que ver con las despedidas, ni con su coste.

Pero cuando el precio no depende de la tarificación estándar... ¿cuánto vale? ¿Qué se valora, lo que le cuesta a quien ha de decir "adiós" al que parte, o lo que significa para el que se queda? Creo que esto segundo.

En fin, para curarme en salud, sólo diré: ¡Hasta otro momento!

lunes, 4 de abril de 2011

Ni bueno, ni justo.

A veces, no sé muy bien por qué, damos oportunidades hasta límites insospechados.
Es loable dar a quienes nos rodean la posibilidad de enmendar sus errores, de la misma manera que recibirla; pero no siempre es bueno. Ni bueno, ni justo.

Hay ocasiones en las que damos terceras, cuartas, quintas, sextas... (y así hasta el infinito) oportunidades, y seguimos decepcionándonos un día sí y otro también.
La culpa es de quien no cambia, pero también nuestra, que confíamos más en nuestros deseos que en la capacidad del otro.
¿Por qué seguimos esperando que las cosas sean diferentes si tenemos la experiencia previa que demuestra que no todo el mundo puede "mutar"?
¿Somos tan generosos que no nos importa recibir una decepción tras otra o somos tan egoístas que no queremos asumir que nos hemos equivocado?

¿Acaso nos hemos hecho inmunes al dolor... o es más bien que nos valoramos tan poco que no nos importa el daño que nos inflijamos?
No sé... le daré una vuelta.